21 dic 2015

En el Fausto de Goethe todo se transformaba como un sueño lúdido.

Hay disposiciones inseparables de nosotros, que desde niños vuelven a lo largo de la vida, como unas constantes, que son el fondo mismo de nuestra personalidad. Concentrarse sobre las ideas y pensamientos que vuelven con  más insistencia, porque en ellas hay lo mas suyo, son como distintas formas de su drama interior, y en el fondo en el de la humanidad.
Lo que  poseo pero también lo que admiro es vida mía.
En Balzac o Flaubert, hallaremos en ellos al menos dos mundos, la luz dando valor a las sombras y la sombra a la luz.
Las experiencias, las vivencias, si no poseyeran en sí mismo, el ingrediente misterioso que es el genio, que ilumina con su especial claridad, las demás aportaciones no serian nada.
La idea o la imagen también tiene sus antojos. Decía Schopenhauer "Con los pensamientos sucede como con las personas, no siempre que queremos los tenemos cerca, hemos de esperar que nos lleguen". La idea no viene, pero te despiertas en la noche y la anotas. Hay que ser músico, arquitecto, pintor.
El borrador es algo que vive, al cambiarle dos o cuatro veces las ideas, fecunda nuestra mente, se mueven nuestros sentimientos, en nuestro interior los temas han trabajado, han progresado.
Un viaje, una ciudad nueva produce un despegue del peso del cuerpo, como sucede en la noche y nos predispone a un frescor mental apto para la creación.
El escritor descubre ideas, sentimientos imágenes que no sabia que estaban en él. El escritor se descubre a sí mismo.
Escribir es ordenar un conjunto de materiales del espíritu, aislar las ideas confusas, destrozarlas, dar forma a cosas cuyo significado permanecía dormido en nosotros, y perseguir ideas y figuras antiguas, que ya vivian en otros libros, y que ahora tienen que dar un rendimiento superior.



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